Hace unos días, cuando la lluvia y las nubes sobrevolaban nuestras cabezas, decidí tirar millas para el norte y disfrutar de los días grises, entre vinos y platos de cuchara.
El lugar fue La Rioja. Logroño y su calle Laurel, sus típicas tapas curiosas y tradicionales cuanto menos (los nombres lo mejor) y una escapada para visitar alguna bodega a La Rioja Alavesa.
Pero para bodega, bodega, mimetizada con el paisaje, Ysios. Esas ondas que aparecías y desaparecían entre la niebla, esas ondas que se confunden con la montaña pero que tienen suficiente personalidad como para destacar, esas ondas de Calatrava, ¡esas ondas!
Por fuera parece una construcción de Lego pero a lo bestia. Es impresionante, es fuerte, y majestuosa. Imponente y a la vez tranquila, ondas, ondas y más ondas con un pequeño lago en la parte delantera que cuando hace sol refleja toda la estructura. Y si ves Ysios desde el cielo, simula una gigantesca copa de vino.
Por dentro unas cubas no especialmente grande pero con capacidad para hacer un gran vino del cual sólo sacan los años que sale muy bueno, una edición premium.
Lo curioso es la sala donde se encuentran las barricas con una humedad muy alta y con un humidificador que hace que la sala esté en penumbra y se te rice el pelo. Las barricas de roble francés, americano, y ojo al dato, ¡húngaro! Tras el tour por la bodega, quedaba lo mejor, la cata. Y no sólo por el vino, sino por lo bien montado que lo tienen.
Una cata entretenida y amena. No especialmente larga así que es apta para principiantes e incluso para los que no son amantes del vino, que pueden optar por el embutido, con control que sino a los demás se nos sube el alcohol a la cabeza.
Un gustazo poder visitar esta obra de arte entre montañas, gracias Ysios.
El lugar fue La Rioja. Logroño y su calle Laurel, sus típicas tapas curiosas y tradicionales cuanto menos (los nombres lo mejor) y una escapada para visitar alguna bodega a La Rioja Alavesa.
Pero para bodega, bodega, mimetizada con el paisaje, Ysios. Esas ondas que aparecías y desaparecían entre la niebla, esas ondas que se confunden con la montaña pero que tienen suficiente personalidad como para destacar, esas ondas de Calatrava, ¡esas ondas!
Por fuera parece una construcción de Lego pero a lo bestia. Es impresionante, es fuerte, y majestuosa. Imponente y a la vez tranquila, ondas, ondas y más ondas con un pequeño lago en la parte delantera que cuando hace sol refleja toda la estructura. Y si ves Ysios desde el cielo, simula una gigantesca copa de vino.
Por dentro unas cubas no especialmente grande pero con capacidad para hacer un gran vino del cual sólo sacan los años que sale muy bueno, una edición premium.
Lo curioso es la sala donde se encuentran las barricas con una humedad muy alta y con un humidificador que hace que la sala esté en penumbra y se te rice el pelo. Las barricas de roble francés, americano, y ojo al dato, ¡húngaro! Tras el tour por la bodega, quedaba lo mejor, la cata. Y no sólo por el vino, sino por lo bien montado que lo tienen.
Una cata entretenida y amena. No especialmente larga así que es apta para principiantes e incluso para los que no son amantes del vino, que pueden optar por el embutido, con control que sino a los demás se nos sube el alcohol a la cabeza.
Un gustazo poder visitar esta obra de arte entre montañas, gracias Ysios.