El blog necesitaba unas vacaciones merecidas porque de vez en cuando es necesario reposar la comida para hacer mejor la digestión. Un mes después, vuelvo a la carga.
Ahí estamos los 6 integrantes (el pequeño Javier no cuenta), ataviados con nuestras peores galas y aderezados con conchas de Santiago y palos de peregrino para mimetizarnos con el personal durante la ruta. Salimos de Zamora rumbo a Sarria, lugar de partida.
La primera etapa, o etapa 0 consistía en dar marcha atrás porque no queríamos salir desde Sarria, sino llegar a Samos a dormir y poder ver el monasterio que nos habían dicho que era muy recomendable visitar. La odisea Sarria-Samos es como las matemáticas, cuanto más tiempo le dedicas, más te separas de ella, por lo que decidimos abandonar (a pie) lo andado, no comentar nada a nadie (ejem) y volver frescos y contentos a Sarria, nuestro punto de partida, como si nada hubiese pasado, a pesar de los 15 kilómetros.
Nos dió tiempo a cenar algo, caldo gallego para mi porque ¡ya he pisado Galicia! y directos a la cama, a las 22:59 nos estaban cerrando el albergue.
El despertador sonó a las 5 de la mañana, pero un servidor llevaba con los ojos de par en par desde las 2 porque unos graciosillos entraron borrachos haciendo ruido...¡me he quedado con sus caras! Ni ducha ni nada, unos sencillos yogures de desayuno ya que la noche anterior tuve que regatear con el camarero el postre por la hora, asi que cambié postre por desayuno, nos salió bien la jugada.
Carretera y manta, o mejor dicho 22 kilómetro por delante. Eso si, a las 7 de la mañana me podía comer un oso pero tenía que ser comedido, aquí no veníamos a pegarnos grandes lujos, asi que unas barritas energéticas cortesía de mi prima Blanca, con "80kcal, ya verás que bien te sientas..." yo necesito 500kcal para funcionar.
Paisajes preciosos, señoras cuidando su huerto, y mucha vegetación, todo un privilegio poder caminar por Galicia. 9:30 de la mañana, ya valió la bobada del Camino de Santiago, ¡tengo hambre! Parada en un bar para repostar con un bocadillo de media barra de pan de tortilla francesa, ¡ya era feliz! Una vez que llegamos al albergue (público) de Portomarín, una ducha, ¡una ducha! tenemos que empezar a valorar más las duchas, pues eso, una ducha y toda la tarde de descanso, llovió como si no hubiese mañana.
La segunda etapa era de Portomarín a Palas de Rei, 25 kilómetros. Esa noche dormí 6 horas solamente, pero creo que ha sido el sueño más aprovechado de mi vida, debí de entrar en coma porque me levanté como nuevo.
Desayuno a base de zumo de naranja y melocotón, fruta y sandwich, ¡nada mal! Aguantamos tan felices hasta las 10 de la mañana que hicimos un parón para almorzar. Creo que nos homenajeamos con variedad de bocadillos y pinchos de tortilla, ¡todo un festín por escasos 20€!
El tiempo acompañaba, es decir, habría unos 15 grados, perfecto para caminar y poder disfrutar del paisaje, de las vacas y de los pastores que nos cruzábamos y que nos decían "¡buen camino!", así da gusto hacer el camino, con una sonrisa de oreja a oreja.
Llegada a Palas de Rei y ¡caldo gallego para el niño!
Tercera etapa, Palas de Rei Arzúa, posiblemente la más dura porque era casi de 30 kilómetros, pero teníamos una motivación en forma de pulpo. concretamente en Melide, en Casa Ezequiel.
Es curioso ver los pequeños lugares o rincones preparados con variedad de fruta, agua, café, sillones e incluso revistas para que el peregrino se tome su tiempo para descansar y dejar la voluntad.
Llegada a las 9:15 a Melide, ¿quién se come un pulpo a estas horas? Los 6, y no uno, sino hasta 3 tablas. Los de Casa Ezequiel nos hicieron la ola, y hasta nos hicieron fotos, pero la ruta continuaba.
Cuarta etapa, Arzúa-Pedrouzo, unos sencillos 20 kilómetros. Trás una noche de pedos, malos olores y ronquidos, despertamos con un desayuno energético y a la calle. Lógicamente eso forma parte del camino, sino fuese por el albergue, ¡de qué íbamos a hablar a las 6 de la mañana! Pues de cosas escatológicas claro está, gracias Belen.
Manuel y Javi marcando el camino, paso ligero y todo recto. Se nos dió tan bien, que a las 11 de la mañana ya estábamos en Pedrouzo. Los albergues públicos no abren hasta la 1, asi que pusimos nuestras mochilas en la cola como señal de que ya habíamos llegado y nos fuimos a comprar. Ese día comimos macarrones, ya no estábamos para ir de restaurantes, ya no éramos señoritos, ¡eramos Action Man! y no compramos macarrones de Gallina Blanca, no, marca blanca que somos peregrinos.
Tarde de relax en unas piscinas fluviales, o lo que en mi pueblo conocemos como "bañarnos en el río". Pronto a la cama, que al día siguiente llegábamos a Santiago, y aparte era mi cumpleaños.
Última etapa, 18 kilómetros y llegada a Santiago. La emoción se palpaba, vale que no veníamos desde Roncesvalles, pero ¡oye, lo nuestro nos ha costado! Teníamos tantas ganas de llegar que sinceramente se nos pasó volando. Veías las caras de emoción de otros peregrinos, de compañeros de camino que habíamos hecho desde el primer día y Pablo distrayendo a Blanca para que se le hiciese lo más ameno lo poco que le quedaba.
Y entramos en la Plaza del Obradoiro, todos cogidos de las manos y cantando como si fuésemos de Opus, pero en ese momento la emoción nos podía. ¡Ya estábamos alli! Después de 115 kilómetros habíamos llegado. Me quité la bandera de Zamora y el crespón y me acerqué hasta la valla y lo até en recuerdo a todos que fueron en ese tren del 24 de julio.
Gracias a dios no tuvimos percances en el camino, yo cero ampollas y muchas ganas de celebrar mi cumpleaños. Comimos en el Burguer King ¡quién me lo iba a decir a mi!, eso si, la cena fue una mariscada en toda regla, pero eso ya es material de otra entrada.