Este fin de semana lo he pasado en Holanda, concretamente en Ámsterdam con mis padres y Tía Juli. Ya están un poco cansados de venir a verme a Londres, y han optado por quedar conmigo en otro sitio del mundo que no sea la ciudad lluviosa de la libra.
Hace 4 o 5 años estuve en Holanda con mis amigos, en un viaje en coche desde Alemania de lo más divertido, pero claro, esta vez con la familia había que comportarse.
Holanda es el país del vicio controlado, como
Las Vegas pero en versión Europea y con tulipanes. Concretamente Ámsterdam se lleva la palma, en Coffee Shops, en ser la ciudad sin ley donde los motoristas van sin casco, las casas están más torcidas que la Torre de Pisa, prostitutas lozanas que no se cortan un pelo en lucir sus rollizas carnes (hay de todo), y donde la marihuana convive entre canales e inexpertos turistas.
Pero entre tanto zueco y molino podemos encontrar queso, sí, el tercer punto de este triángulo holandés. Quesos de todos los gustos y mezclados con todo tipo de especias, hierbas y condimentos varios. Se lleva la palma (para mi gusto), los ahumado y uno que probé de cabra con trufa, ¡muy top!
Otra cosa que se estila mucho, es el tema sopa. Ellos no conocen unos buenos garbanzos, la típica fabada o unas lentejas, ellos te hacen sopa de todo pero con menos "gracia". Me recordó mucho a sus vecinos los belgas, cuando estuve hace unos años en
Bruselas.
Concretamente sopa es lo que tomé el primer día, sopa (insípida) de tomate, no me gustó un pelo, todo sea dicho de paso. Fuimos hasta La Place, un restaurante/mercado, rollo Mercado de San Antón, donde te coges lo que quieras y tú te gestionas tu alimentación. De segundo un buen solomillo de ternera con patatas, bastante bueno. Ojo a las patatas, que en Ámsterdam es plato típico, si, si, las french fries, ¡para lo que hemos quedado!
Una actividad de lo más recomendable es la Heineken Experience, donde aparte de empinar el codo a las 3 de la tarde, te puedes hacer un tour de la historia del famoso botellín verde, desde sus comienzos hasta el día de hoy.
Lo más interesante del recorrido es el momento donde te cuentan el proceso de fabricación de la cerveza junto con los componentes que usan. Para mi, punto fuerte ya que me dedico a ello y aparte lo explican de una forma sencilla y dinámica. Agua, cereales, lúpulo y la levadura (secreta) correspondiente.
Sabéis que Comiendo Se Entiende La Gente, y no hay visita a un museo sin un break en el camino, aunque sea para tomar un chocolate vienés en el Rijks Museum. Cafetería de lo más recomendable donde descansar tanto físicamente como mental, y sobre todo la vista.
¿Qué me llamó la atención de la gastronomía holandesa? El exceso de comida rápida que todos vulgarmente denominamos. Perritos, pizzas, gofres y donuts de lo menos apetecible expuestos (cual prostituta pero sin luz roja) en los escaparates de muchas calles.
El rey de esto es Febo. Me recuerda a los cajetines de Correos, pero cambiamos cartas por hamburguesas, o las famosas croquetas de patata. Esta bien hacer la gracia y probarlo un día, pero igual la gracia se te quita cuando tengas la croqueta en la garganta a las 2 de la mañana...
Y ya que hablamos de descanso, me sorprendió gratamente la cantidad de hoteles NH que allí se congregan. El nuestro, situado en la famosa Rembrandt Place hizo de lo más amena nuestra estancia, parecía Times Square con tanta actividad.
Desayunos de campeones como en casa. Me encanta desayunar en los hoteles y probar de todo, hay gente que toca la guitarra o pinta, yo desayuno en hoteles, afición como otra cualquiera. Eso sí, ya he madurado y no me hago bocadillo para media mañana. Bueno, si voy con mis amigos en plan "apretándonos el cinturón", me hago hasta la cena, si hace falta.
Se nota que estamos en Europa, y las tiendas tienen ese encanto especial "cuidado-descuidado", donde te clavan por una magdalena 2€ sin despeinarse pero ya sólo con entrar allí y envolverte en el ambiente, está bien invertido el 1,90€ de la misma.
Una recomendación interesante fue la de
Raquel, que me comentó que en Café de Jaren podría disfrutar de una buena comida con vistas al canal.
Buen ambiente, buena comida (cordero y cuscús) y nefasto servicio. Camareros que los ves en la parra, y que te vienen a tomar nota de las bebidas cuando el camarero anterior te las está trayendo y este a su vez te quiere tomar nota de la comida, cuando ya se lo has contado al anterior...¿no os habéis enterado de nada? Pues la misma sensación tuve yo con ellos el otro día.
Tanto queso por la calle tenía que ser degustado, por lo que un día optamos por hacer una Cheese Party como la que hice yo en Londres. En la Cheese Factory tienen multitud de quesos, que puedes comprar e incluso cenar como hicimos nosotros. Fondue y una tabla variada de quesos. El punto negativo es que allí no venden alcohol, ¡con lo bien que hubiera pasado toda esta cantidad de lácteos con un buen vino blanco!
Museos, paseos, bici, y antes de subir al avión de vuelta a Londres, un parón en el restaurante Spelt. Curioso cuanto menos por su fotografía de grandes chefs, y porque la cocina está a la vista.
Pescado rojo con salsa holandesa y verduras. Exquisito por su suavidad y gran fin de fiesta. Un poco lentos, pero el restaurante merece mucho la pena.
En resumidas cuentas, un buen fin de semana de desconexión, buenos paseos matutinos entre soleados canales y como no el disfrute en familia, y yo me pregunto ¿qué hubiesen hecho estos países si los españoles no hubiésemos traido la patata hace siglos? ¡Ay, los cucuruchos de patatas!