Hace unos días me fuí hasta Marbella a pasar un fin de semana. Hace unos días cuando hacía algo de sol en la península y todavía se podía caminar por la calle sin calcetines...¡hace unos días!
El invierno nos está pisando los talones y a pesar de los rayos de sol, el frío nos da los buenos días todas las mañanas, pero todavía podemos vivir de recuerdos como aquel fin de semana en
Puente Romano.
Un lugar paradisiaco con vistas al mar. Vegetación, rayos de sol, villas escondidas y en mi caso una maravillosa suite junior para campar a mis anchas durante los 2 días.
Es ver esas piscinas y como que apetece bañarse...¡pues me bañe! Y no sólo en el hotel sino también en el mar, apurándo al máximo.
Desayuno de campeones y a pasear por la playa. Alucinante el banquete de buena mañana. No faltan los huevos en sus 1001 versiones, cava para los más animados, semillas y cereales para los nutricionistas como yo, y buen surtido de embutidos y proteinas.
Los golosos o postrólogos también tienen un pequeño oasis gracias a mi amigo Santi, de
Celicioso que nutre al hotel con su fantástica repostería "gluten free". Y por cierto Puente Romano alberga un Celicioso, el primero (y espero que no sea el último) de Marbella.
Tras un poco de ejercicio por el paseo marítimo y unos baños en el mar, tocaba comida en
Bibo, de Dani García dentro del complejo de Puente Romano.
Amplia carta la mayoría de platos para compartir, rollo raciones y tapeo, perfecto para hacer un break en el camino...¡ay un break! Estuvimos casi 3 horas moviendo las mandíbulas sin parar. Eso sí, me encantó.
Me encantó los entrantes con un buen guacamoles, un salmorejo de centollo con brotes que apetecía, unos tiraditos de boquerones sorprendentes, la exquisita lubina frita que no puede ser más fotografiable, pizza con trufa, pulpo asado con humo incluido y un postre muy curioso, arroz con leche con algodón de feria, ¡como para no dormirnos las siesta!
Tras la siesta y antes de que se pusiese el sol, me fuí a dar un chapuzón a la piscina y a relajarme (más) en una hamaca mirando al infinito y pensando que como a mediados de noviembre estaba en ese lugar tan tropical localizado en Marbella.
Tras los descansos y un paseo por Marbella pueblo, ducha en el gran baño de la habitación (del tamaño de mi casa), vestirnos, acicalarnos, ponernos guapos y a cenar. ¿Dónde? En
Uni, también situado dentro de la Villa.
Un restaurante asiático, que no empezó muy bien y que acabó por todo lo alto, todo sea dicho de paso. Un pez mantequilla extraordinario, ceviche de bogavante, tataki de Wagyu, incluso unos buenísimos cócteles como Piscos, ya que Uni hace guiños a Perú.
Este restaurante es muy famoso en Londres (yo lo conocí en su momento cuando viví allí) y es un buen restaurante si del lejano Oriente quieres que vaya tu cena.
Un merecido descanso en la habitación. Merecido sí, que el viaje desde Madrid fué muy largo. Sinceramente menos mal que los restaurantes donde fuimos no estaban a más de 100 metros de radio, sino no sé que hubiese sido de mi, ¡yo quería estar en mi habitación todo el día!, y sinceramente ¿quién no?