Si Nuevo México son indios, y Texas son vaqueros, Arizona es desierto, son espejismos a lo largo de sus carreteras y mucho, mucho calor.
Y digo desierto, porque llegó un momento en nuestro camino que la carretera se dejó de ver, todo era arena. Arena que unas máquinas retiraban a los laterales, ¡vaya aventura!, qué digo, otra más del viaje.
Al caso, llegamos tarde a Flagstaff, una de las ciudades más importantes del estado de Arizona. Tarde, cansancio...HAMBRE, el humor de uno persona antes de, y después de comer no tiene nada, absolutamente nada que ver, de ahi que Comiendo Se Entiende La Gente, pero eso es un capítulo aparte. Restaurante elegido, Outback.
Sopa del día, habitual en toda América. En este caso de patata, con patatas cocidas por dentro. Picatostes y demás sorpresas por encima hacían una sopa/crema de patata contundente pero con buen sabor.
Chuleta de no sé cuantas onzas (calcula unas 18oz), acompañada de nada, "no me traiga ni tabasco, ni la dichosa masa de patatas, ni caramelo, nada, sólo sal". ¡Habemus chulétun mejor del mundun!, me acordaré de ella toda la vida. De 10, bueno 9,5.
Al día siguiente nos tocaba un duro día de visita al Gran Cañón, por lo que había que tomar un buen desayuno basado, sobre todo, en proteínas. Elegimos un Dinner que había en ruta, caro, decadente y borde/sota/soez por parte de la camarera (sí, me he quedado agusto).
Tortilla francesa de jamón y champiñones con tostadas. El sitio tenía su rollo, era curioso verlo y por qué no decirlo, probarlo.
Como es habitual en mi hacer el indio, ahi me teneis, en la típica posición que dirían las abuelas "bájate de ahi que te vas a caer". El Gran Cañón del Colorado, inmenso, grandioso, mareante por sus dimensiones...¡lo que es capaz de hacer la naturaleza! Junto con Las Vegas, es de los sitios que no se pueden describir, tienes que ir alli.
Después de los varios kilómetros de excursión, perdón, millas, que estamos en América, fuimos a comer a Tovar que está dentro del recinto.
Me recordó a las típicas estaciones de esquí suizas con grandes vigas de madera centenarias, luz tenue y una buena chimenea. Camareros perfectamente almidonados como el mantel y las servilletas, un punto a favor.
Sopa de cebolla (aunque sea verano, sigo siendo un hombre de cuchara). De las mejores que he probado dejando de lado las de París, que son inimitables.
De segundo pollo con arroz y queso. Nada del otro mundo, aunque me gustó la combinación de pimiento rojo y queso fundido sobre el pollo, le da un sabor más dulce.
Resumiendo, hasta ahora es el mejor estado donde he comido, por su calidad, y por su simplicidad en los platos. Alguien decía por ahi que menos es más, en la gastronomía, no le falta razón.
Rutero deja de dar #envidiasana a tu amiga Food Storming con tantos txuletones y vuelve a España a ver jugar a tu equipo....Jajajaja!!
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