El viernes pasado nos fuimos de excursión hasta Monte La Reina (Toro, Zamora), unas fincas de la familia Inaraja compuestas por viñedos, grandes cultivos, e incluso Castillo, que regentan y se lo curran los 3 hermanos, en la que Carolina lleva las bodegas.
Bodegas que el próximo año cumplen 10 años, sí, muy jóvenes tanto como Carolina, de mi quinta del 86, que empezó prácticamente embotellando y con mucha humildad a sus espaldas, como ella decía, "¡como voy a decirle a un señor que lleva toda la vida trabajando aqui, haz lo que yo diga cuando no sabía hacer la o con un canuto!". A día de hoy y tras 3 años trabajando mañana, tarde y noche, se ha hecho callo, ha creado su propio equipo y la bodega tira que da gusto, ¡admirable gente así!
Grandes instalaciones y prácticamente el centenar de depósitos de acero inoxidable, y es que para embotellar en torno a 1.500.000 de botellas se necesita mucho espacio. Realmente tiene capacidad para el doble de botellas pero no dan abasto, por lo que la agudeza de Carolina les ha llevado a arrendar depósitos (a 5 o 6 empresas en el momento de la vendimia), máquinas y hasta al apuntador, allí no se desperdicia nada y como es lógico, hay que hacer negocio, como el próximo que han firmado con Codorniu y sus muchos cientos de miles de botellas, se me escapan de las manos.
Tinto, rosado, blanco y los muy famosos ¡frizzantes!. Como buena anfitriona nos explicó el proceso de vendimia, que si recogida mecanizada, tolva, el típico sinfín, la famosa despalilladora y los tiempos y temperaturas de fermentado según variedad.
Ella, que es muy de anécdotas, nos explicó la fermentación alcohólica que a día de hoy me sigue haciendo mucha gracia, "el azúcar de la uva se convierte en alcohol por las levaduras, ese azúcar se come las levaduras y la caquita que hace es el alcohol, y los pedetes, es el carbónico, de ahí que haya un pestazo en época de vendimia en la bodega", seguro que así se os queda grabado, muy gracioso.
Muchas barricas, todas ellas de roble francés, o por lo menos en su mayoría, que no sabía yo que tenían una vida de 4 depósitos, no se si llamarlo así, es decir, se puede usar como depósito hasta 4 veces, sino pierde las cualidades.
Los tintos (y esto me interesaba a mi mucho) tienen una segunda fermentación, en este caso la maloláctica, en la que el láctico se convierte a málico y dada la clase de bioquímica, continuo.
Uvas que en esta época se analizan a diario para saber lo gordas y hermosas que están y cual es el momento perfecto de recogida. Aquí la anfitriona también nos enseñó el laboratorio, su despacho y lo mejor de todo, la sala de catas.
Pasamos a la cata, todo muy formal aunque estuviésemos entre amigos. Copa en mano fuimos catando desde el blanco hasta los tintos más viejos. Color, aroma, sabor en boca y la gran mentira de mover el vino hasta marearlo, ¡el vino se oxigena abriéndolo, no moviéndolo tanto!
Y entre vino y vino, un tentempié y anécdota de Carolina (otra más). "Antiguamente cuando se iba a vender un vino (malo) se acompañaba de queso ya que adormece la lengua y prácticamente no sabes distinguir si está bueno o malo..."de ahí el refrán "que no te la den con queso". Ella nos la dió con queso, jamón, lomo ibérico y tan encantados.
Y como último apunte comentar que el frizzante tinto es el primero que se hace aqui en España, sí, en Monte La Reina y de la mano de esta jovenzuela de 27 años.
Como vinimos nos fuimos, tras seguir tomando en la terraza un vino con vistas al Castillo, que por cierto tenemos pendiente. Me han dicho de buena fuente que se come muy bien, apuntado en la libreta queda.
Nos vemos pronto, ¡gracias!
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