viernes, 27 de julio de 2012

Café de Chinitas, toros, flamenco y ¡olé!

Como dice el refrán (y no Bisbal), no hay 2 sin 3, y es que de toda la vida he ido a La Bola, y hace poco más de un mes conocí La Cañada, pero si quería completar ese círculo vicioso/gastronómico, tenía que ir a Café de Chinitas. Hechas las promesas y "escrita la carta a Los Reyes Magos" hablando con Marco, mis deseos se cumplieron.




La semana pasada, en la típica tarde de verano caluroso, nos acercamos hasta el Café de Chinitas, un sitio que por fuera no te dice que alli dentro existe un restaurante, más allá de la buena iluminación, unos claveles y las placas con el nombre del lugar.




Alli no entras en un restaurante, entras en otro mundo, como si fueses a ver la pinacoteca de un amigo muy folclórico anclado en el tiempo...te transporta a otra época. Cuadros de toreros, mucho rojo y terciopelo, y claro está, alguna que otra flamenca de la época.




¿Os he dicho algo del rojo? Rojo intenso, rojo de sangre, sangre de los toros que han sido lidiados y que cuelgan de las paredes...con lo "spanish, paella y olé" que soy yo, me sentía en mi ambiente.
Mesas vestidas con un verde desvaido y sillas de mimbre. De verdad, merece mucho la pena ir porque es otro ambiente completamente diferente a lo habitual.




Marco me dijo que el queso de cabra (joder, ¡qué estamos hablando de queso de cabra, mi preferido!) lo hacían muy bueno, vuelta y vuelta a la sarten. ¡Espectacular!




Mira que soy de tortilla de patata pero nunca se me ocurre pedirla en un restaurante, me pega más de pincho en un bar. Otra vez le volví a hacer caso al jefe...jugosa, patata en su punto, con esto ya pierdo el poco criterio que tengo. Eso sí, de lo buena que estaba la tortilla me acabo de fijar ahora mismo en la foto que iba acompañada de tomate.




¿Habéis probado los chanquetes? Pues los cambiamos por chipirones, huevos y pimientos de padrón (unos pican y otros no), los nuevos huevos rotos que hacen por ahi. Quizás este es el plato más pesado porque todo va frito, pero ¡ay amigo, como está este plato!




Bueno, bueno, que me motivo con la comida y se me olvida lo más importante. Durante la cena se da un espectáculo de flamenco de unas 2 horas, un espectáculo envuelto de mantones de Manila y guitarras donde se mezcla la conversación, un taconeo, la tortilla de patata y ¡vamos Carmen esas palmas!, hacía mucho que no iba a un tablao flamenco.




Lenguado meuniere. Me sorprendió que viniese limpio, sin espinas, hasta que me explicaron que es porque lleva mantequilla y limón. La primera vez que lo pruebo, o por lo menos la primera vez que lo pruebo con nombre y apellido. Muy sabroso y el limón no le quita el protagonismo al lenguado.




También pedimos un solomillo con cinta de beicon alrededor. Por mi parte estaba hasta arriba, sólamente lo probé y me pareció que estaba bueno, en su punto.




Postres a base de buñuelos de manzana (ya probados) y una especie de crema de chocolate que para mi gusto le sobra lo de arriba, los colorines. También es verdad que los postres son los que salen perdiendo en estas ocasiones porque llegas "jartito" de la comida, te los tienes que meter con calzador y casi no los disfrutas.

La atención creo que estaba mejor que la comida, ¡qué simpática la tia de Marco!, como en casa. Vuelvo a repetir, cenar viendo este espectáculo es impagable, merece la pena, sinceramente me siento un privilegiado por haber estado alli.

Situado en C/Torija 7, Madrid

Consejo nutricional: Si has cenado en exceso y los maestros te lo permiten, súbete a echar un zapateao y a quemar las calorias.

3 comentarios:

  1. Guille quiero foto tuya subido al tablaó dandole a las zapas y quemando calorías...jajaja!!

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  2. Me encanta el post!!refleja muy bien la realidad de el sitio, pero falta la magia del ambiente que solo se puede apreciar en directo.

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  3. me tengo que pasar un día por allí. Muy interesante tu reportaje ¡enhorabuena!

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