Varias son las veces que he visitado el país transalpino, ciudades tales como Roma, Venecia, Florencia o la inclinada Pisa, pero nunca había puesto un pié en Milán.
Aterrizar, una calurosa bienvenida con unos grissini de cebolla (una especie de colines largos), y a la calle a patear la ciudad. A mi me puede el hambre, ya me conocéis, así que panzerotti en mano, me fuí a conocer el Duomo.
¿Cuál es el sitio más típico de panzerottis? El Luini, muy cerca del Duomo. Un lugar donde sólo venden eso, y donde no te puedes quedar allí para tomarlo, por lo que la estampa en el exterior es curiosa, viendo mover las mandíbulas a más de uno. De espinacas, jamón y queso, o mismamente pomodoro (tomate) con aceitunas, muy jugoso.
Y justo al lado, una heladería en la que te ponen chocolate líquido dentro del cucurucho, y dos bolas de helado a elegir, ¡pistacho es un acierto!, ya os podéis secar las babas venga.
Una zona perfecta para cenar y visitar tanto de día como de noche, es el barrio de Navigli, lleno de canales, restaurantes pequeños y buen ambiente. Esa noche fuimos a cenar al restaurante Il Brellin, recomendación de mi amiga . Yo me pedí una ensalada de alcachofas, y la esperada cotoletta, como una chuleta empanada. Me recordó a una milanesa que comí el año pasado en Berlín, ¡espectacular! De precio pelín caro, pero si nos ponemos a pedir vino y bobadas es lo que tiene, eso sí, merece la pena.
Una cosa que me ha llamado mucho la atención es lo enfocada que está la ciudad a la moda, todo vive de la moda o tiene un nexo de unión con ella. El hotel Bvlgari, el restaurante de Armani, el club de Cavalli...y para muestra un botón, ¡confitería y repostería de la mano del señor Giorgio!
Y es que casualmente este fin de semana ha sido la Milano Fashion Week (de hombre), lógicamente la ciudad ha estado revolucionada entre desfiles, fiestas y demás. El hotel Príncipe di Savoia era el epicentro de fashion victim y demás familia, es curioso verlo, hablar con la gente y porque no, disfrutar de un desayuno como Dios manda invitación de mi amigo Nick que se dedica a ello, a la moda.
Pero volviendo al mundo real, yo quería seguir disfrutando de la ciudad y la comida. Tengo muy buen recuerdo de los aperitivos que tomamos en Roma o de la mensa en Florencia en nuestra época de estudiantes.
La Rinacente, a.k.a. Harrods o en España...¿El Corte Inglés? Unas galerías donde lógicamente puedes disfrutar de un almuerzo con vistas al Duomo desde la terraza. En ellas está ubicado un corner de Santis, el primer "cuchitril" de Milán donde empezaron a hacer los famosos panini y que ha abierto "sucursal" en estas galerías. Pedirlo de cualquier tipo, están todos calientes y jugosos, y para que os voy a engañar, ¡yo me pedí 2!
Un tema interesante. La mozzarella. La usan para todo, para pasta, pizzas, paninis...menos con nutella, con todo lo demás. Mucha variedad de las mismas, y un punto a su favor ya que es un queso que lo podemos considerar ligero.
¿Qué es lo mejor de Milán? Callejear, pasear por el Duomo y encontrarte a un señor tocando el piano en plena calle, una sesión de fotos o turistas comiendose un panzerotti en las escaleras de la Piaza de San Fédele.
Como buen turista, me fui a Vittorio Emanuele a pisar los coj**** al toro, tradición que cualquier día consigue comunicar estas galerías con el metro.
¿Todavía con hambre? Por supuesto. Si os digo que podéis con apenas una porción de pizzas, ¿os lo creeis? Se llama pizza al trancio y lo dan solamente en Spontini, una pizzeria de hace años donde sólo sirven ese plato. Tomate y toneladas de mozzarela, un simple manjar por 5€.
Recomendable ir a visitar el lago Como, y quien dice el lago, dice su pueblo. Pasear y pillar un día soleado es todo un privilegio. Tomarme un Aperol en formato Spritz en una terraza, mientras disfruto de una pasta mirando al lago, sinceramente no tiene precio.
Una cantidad considerable de barcos al igual que de casas a orillas del lago y por la colina, no me quiero imaginar lo bien que se debe levantar un lugareño con estas vistas, aunque si os soy sincero, mi lago de Sanabria no tiene nada que envidiarle.
Después de tanto ocio hay que centrarse en las tendencias (gastronómicas) que llevan (comen) los italianos, como por ejemplo este formato envase perfecto para los bocadillos, ya no sólo de los niños que van al colegio, sino para cualquier ciudadano de a pie. Formato mono(bocadillo)dosis.
Ellos tienen mucho apego a su embutido y a sus patas de jamón ¡sin pata! No me puede llamar más la atención que el prosciutto venga así. Referente al resto de embutidos me ha llamado la atención que no se basan en la técnica del curado como método de conservación, sus embutidos son más tiernos.
Algún día había que comer en casa, por supuesto. Buenos productos, buen tomate, y como no, tener un buen chef en casa como tiene mi amigo Gonzalo. Yo me iría a vivir con compañeros de piso, no por su simpatía, su higiene o su carisma, no, ¡por su forma de cocinar!
Una provoleta al horno y una buena ensalada con salsa al pesto, ¡ay que todavía queda mucho para la hora de la comida!
Dejando de lado el Duomo, te puedes encontrar algún mercadillo de fruta y verdura en la calle, y hasta arte callejero como esta pared.
Y es que la zona de Navigli tiene mucha vida, los canales, o mejor dicho, el agua, da a la gente actividad y ganas de vivir en torno a ella.
Callejeando por allí fuimos a dar con Taglio, un concepto de gastronomía con visión de futuro, un lugar con rollo, como digo yo. Cuando entré pensaba que sólo era una charcutería, pero cuando pasas sus paredes de ladrillo y sus estanterías de madera, te encuentras un mundo relajante, con una pared hecha de papel de verduras, vinos a la venta, y montón de gastronomía en sus baldas.
Cuidan el detalle, y personalizan todo, se han creado una marca personal que quieren difundir desde allí. No me importaría hacerles una entrada aparte porque realmente fui todo un privilegio pasar un par de horas allí.
Otro plato que quería probar en Milán, era el risotto a la milanesa. Este venía con frutos secos (¡bravo!) como almendras o uvas pasas, un sabroso plato que recomiendo probar.
Y para rematar la jornada, el típico capuccino, que por cierto, la foto es de la cafetería más cutre donde he estado, aunque el capuccino estaba muy bueno, ¡sí hasta el del McDonalds está bueno! (yo lo he probado, pero no lo digáis por ahí).
¡Ah no, que para rematar la jornada nos quedaba el aperitivo! Ja ja ja. Supuestamente uno de los mejores de Milán (según mis amigos) es Blender, ¿por qué? por su gran variedad de platos. En pocos sitios te ponen un lomo de salmón, o te hace unos bocartes (por cierto, exquisitos aunque un pelín fríos) como aperitivo.
Un cóctel y un "sírvase usted mismo" por sólo 10€.
Il Castello Sforzesco, el museo Novecento o subir al Duomo, otra de las cosas obligatorias de Milán. Buenas vistas y un privilegio poder acceder a la cubierta de una catedral, eso sí, maldita lluvia meona, ¡el foggy foggy que llaman los ingleses!
Y es que a pesar de ser una ciudad un poco fea (con permiso de mis amigos italianos) y quizás no súmamente bonita como es Roma, tiene un encanto especial, tiene ambiente y tiene un Duomo que simplemente merece la pena la visita por eso.
Apurando el tiempo, una visita a Santa María delle Grazie, donde se encuentra la última cena, o mejor dicho, Cenando Se Entiende La Gente. Bueno realmente esa noche no se entendieron muy bien, ¡culpa de Judas!
Y para despedirme, ¡una pizza! Hay que coger energías que subirse a un avión da hambre. Gracias a Gonzalo por ser un buen anfitrión, y a todos los amigos que me han hecho pasar unos días
Desde luego que comer has comido XD que pintaza tiene la pizza esa y mira que soy un poco anti-todoloquetengaesapintadematarmepordentro.
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